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Manifiesto identitario

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Soy Lucía, Lu, Luz o Kiran. También soy mi seña en Lesco, aunque esa no puedan leerla. Todos esos son mis nombres, todos me representan y, si pudiera, los pondría todos en mi cédula. Detesto que me digan Lucy, Lulu o Lucilu, porque hablan de la chica que el mundo quiere que sea y no del monstruillo que soy. Tengo 21 años. Me pasé toda mi adolescencia tratando de complacer a otros y, ahora que la terminé, estoy tratando de aprender a complacerme a mí. Me escribo en "e" aunque me hable en "a", en parte porque mi propio cerebro no logra acostumbrarse a mi identidad cambiante y, en parte, porque por más elle que sea, siempre seré un poco o mucho una ella, dependiendo del "mood". Mi expresión es también cambiante. Me gusta teñirme, tatuarme, perforarme y mostrar mi diferencia. Mi mamá dice que soy como nací: "Quítense que aquí vengo", es la frase que usa para describirlo. Me gusta que me recuerden eso de mí porque, a veces, me enfoco tanto en m

Carta de Lolita a "un viudo de raza blanca"

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Anoche estuve leyendo Lolita. Siempre he tenido una relación especial y dolorosa con ese libro. Me detuve en la parte donde H.H. introduce el término "nínfula": es la peor parte. Recuerdo cuando aquel hombre cuarentón, a quien me gustaba llamar amigo, me dijo que yo era eso: una nínfula. Yo tenía 13 años y aún no había leído el libro, no sabía lo que me estaba diciendo y lo tomé como un cumplido, pensé en él como un poeta y en mí como su fuente de inspiración, porque, sin darme cuenta, ya había aprendido a romantizar la violencia. No recuerdo si lloré la primera vez que leí lo que sus palabras habían significado -y tengo derecho a no recordarlo-, pero sí sé que lloré anoche al leerlo de nuevo. Para quien no lo sabe, en el libro, las "nínfulas" se explican como "muchachas, entre los nueve y catorce años de edad, que revelan su verdadera naturaleza, que no es la humana, sino la de las ninfas (es decir, demoníaca), a ciertos fascinados peregrinos los cual